Textos memorables

¡Saludos, malabarista de palabras!

¿Alguna vez te has preguntado qué es lo que engancha al lector a tu historia? Seguro que sí. Todo escritor quiere atrapar a su público para que sienta la necesidad de leer la siguiente página. Una pregunta que no es tan común es qué hacemos para que un lector recuerde nuestra historia una vez terminada.

Una vez resueltas todas las tramas, atados todos los cabos y cerrado el libro, no queremos que el lector se olvide de nuestra historia y pase a la siguiente sin pensar dos veces en ello. Esto pasa más a menudo de lo que creemos y, si le preguntas sinceramente a tu mente lectora, te darás cuenta de que es verdad.

Dejar huella en la memoria de otra persona es una de las misiones más complicadas del escritor. ¿Cuántas veces has leído un libro que no eras capaz de soltar mientras leías, pero después de un año de haberlo terminado ya no te acuerdas de nada?

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«Estoy segura de que leí ese libro. Hasta recuerdo dónde lo hice… pero no me preguntes de qué iba».

 

Si los libros que escribes son literatura que solo se centra en la trama, en enganchar al lector a través del argumento y los giros, una vez estos acaban, la historia también se cierra en la mente del lector.

Pero hay libros que sí recuerdas, ¿verdad? Historias que han captado tu interés y no lo han dejado ir una vez has terminado de leer.

¿Cómo lo consiguen? Personajes únicos, mundos distintivos… Dejando aparte lo obvio (no confundir con fácil), quiero darte algo en lo que pensar: uno de los motivos por los que nunca dejarás de revisitar ciertas historias es porque te han dejado con preguntas.

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«Si yo fuera el protagonista… ¿habría elegido el mismo camino?».

 

La recomendación general es dejar todos los cabos atados. Para terminar una novela, dicen, tienes que resolver todas las tramas que has planteado. Pero lo que se queda en la memoria no es lo que se resuelve, sino lo que no.

Lo que nos mantiene leyendo un libro son las preguntas que presenta, no las respuestas que da. Y sí, nos encanta encontrarnos con las soluciones (para eso seguimos leyendo), pero de vez en cuando es posible que, como escritores, nos interese dejar alguna pregunta en el aire.

No quiero decir que seas perezoso y dejes argumentos sin resolver. No se trata de coger atajos y saltar por encima de las preguntas complicadas con descaro. Dejar tramas abiertas por pura pereza es mala escritura y enfadará a tus lectores.

Pero no es mala escritura despertar el interés, plantear cuestiones que no se respondan de forma directa (o que tengan varias respuestas) y dar material sobre el que pensar. Las preguntas no resueltas hacen que el lector vuelva una y otra vez a ti y se quede rumiando tu libro.

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«Parecía que cruzar el puente era la única solución, pero a lo mejor podríamos haber nadado a través del río».

 

No se trata de dejar la historia principal sin terminar, pero sí de que el lector no cierre el libro con esa sensación de completa satisfacción. Si puedes dejar preguntas en el aire sin que el lector se enfade contigo, te quedarás en su mente durante mucho tiempo. Si se enfada, también te recordará, pero creo que es un recuerdo que preferirías no provocar.

La perfección es aburrida porque es predecible. Es la imperfección y su faceta inesperada lo que nos engancha.

Y tú, ¿qué preguntas crees que le puedes plantear al lector? ¿Conoces algún otro recurso para hacer que no se olvide de tu relato al llegar al final? Cuéntamelo en los comentarios, ¡quiero aprender más!

Y esto es todo por hoy. Te deseo inspiración en tus historias, buena pluma para escribirlas y sabias tijeras para pulirlas. Hasta pronto, alma curiosa.


Créditos de imágenes

Chica leyendo de Pixabay
Cruce de caminos de Pixabay
Puente fantasía de Pixabay

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