¡Saludos, malabarista de palabras!
Después de poner un 10% de sangre, un 2% de sudor (ah, será por esto que escribir no es tan efectivo para el físico como ir al gimnasio) y un 88% de lágrimas (admítelo, las ha habido: de desesperación, de rabia y de alegría)… has terminado de escribir tu manuscrito. ¡Enhorabuena! Ahora solo queda la imponente tarea de corregirlo.
El corrector de Word se ha dado por vencido y decide que todo es correcto. ¿Dice la verdad? Por supuesto que no. Si eres un visitante asiduo de este blog, debes de saber que tu primer borrador está plagado de errores de puntuación, expresiones chicle, palabras sanguijuela… y repeticiones y redundancias.

Los seres humanos somos repetitivos por naturaleza. Seres poco originales que insistimos una y otra vez en la misma idea, buscando formas diferentes de expresarla para que otros nos presten atención… o no tan diferentes.
Porque muchas veces nos repetimos, y lo hacemos sin darnos cuenta. Si has leído un antiguo borrador de alguna de tus historias puede que sepas de qué te estoy hablando. En el fragor de la escritura y la prisa por sacar todo lo que llevas dentro antes de que se te olvide, has usado la misma palabra tres veces en el mismo párrafo, y además, dos derivadas.
Esto no es un problema… Siempre que esas repeticiones no superen la fase de borrador. Cuando estás escribiendo, es importante dejar volar tu creatividad al entrar en ese trance de inspiración en el que parece que los personajes hablan por sí solos y la historia fluye por tus venas.

Pero cuando llega la fase de revisión, es el momento de afilar la vista. Esas repeticiones que te permitían escribir rápido serán un escollo para el lector, y generan dos problemas: cacofonías y pobreza de vocabulario. Lo primero atasca el ritmo, y en el caso de que alguien esté leyendo el libro en voz alta, enreda la lengua. Lo segundo lo hace parecer infantil y poco original.
Vamos a verlo con un ejemplo:
La he dejado en ridículo delante de todos, pero le he dejado claro que dejar repeticiones en el texto es señal de dejadez en un autor.
Anael
¿Qué tal? Aceptable, se puede decir. No hay faltas ni errores de gramática, se comprende bien, pero hay una especie de ritmo que no fluye y llama la atención sobre sí mismo. La frase parece fragmentada en golpes indiscriminados y la lectura no fluye como debería.
¿Qué pasa si buscas sinónimos? Te puede quedar algo así.
La he ridiculizado delante de todos, pero le ha quedado claro que dejar repeticiones en el texto pone en evidencia la pereza de un autor.
Anael
¿Notas cómo la frase fluye de una forma diferente?
Por supuesto, las repeticiones no siempre son malas. Hay casos en los que son intencionadas y dan énfasis a un enunciado concreto, o pueden ser el rasgo propio de un personaje. Y si entramos en el terreno de la poesía, donde la repetición es todo un recurso en sí mismo, generador de ritmos, anáforas y aliteraciones, es una herramienta que puede lograr efectos sorprendentes.

Bueno, supongo que te puedo prestar los apuntes.
Anáfora:
«ni esperanza fallida,/ ni trabajos injustos, ni pena inmerecida», del poema En paz, de Amado Nervo.
Aliteración:
«La serpiente se desliza suave sobre la hojarasca». Anael.
Pero cuidado.
Que la repetición sea un recurso lírico no quiere decir que siempre que la usas esté bien utilizada, y lo sabes. ¿Cuántas de las repeticiones que aparecen en tu texto son intencionales? Probablemente un tercio de las que has escrito. ¿Y cuántas son adecuadas? Una lectura fría de tu relato te revelará que probablemente la mitad, si es que llegan.
La musicalidad que sientes mientras escribes es diferente a la que percibe el lector cuando lee. Por eso conviene revisar los textos después de reposarlos un tiempo. Un texto lleno de anáforas puede parecer potente mientras lo escribes y sientes que golpeas al lector con cada palabra, pero, al leerlo, el uso continuado de este recurso lo vuelve rígido y escalonado. Si esta no es tu intención como escritor (spoiler: la mayor parte de las veces no lo será), algo estás haciendo mal.
La repetición es uno de los recursos más abusados. Es fácil de emplear y se ha vuelto poco original. Las anáforas y aliteraciones mal utilizadas que resultan de ella pueblan los textos narrativos. Si reduces las de tus textos, el lector te lo agradecerá y tú enriquecerás el vocabulario de tu historia.

Pero la repetición no solo consiste en escribir una y otra vez la misma palabra y sus derivadas, sino también en repetir información que ya se conoce o que viene implícita en las palabras anteriores. Y aquí es donde llegan las redundancias.
Las redundancias son esas repeticiones enmascaradas, esas coletillas que solo repiten lo que ya se ha dicho con otras palabras. Es insistir en la información dada porque se tiene miedo de que el lector no entienda el mensaje o porque se quiere hacer énfasis en él. Te dejo unos cuantos ejemplos:
- Salió fuera (¿a qué otro sitio va a salir?).
- Agarró con fuerza (no es frecuente que a alguien lo agarren con suavidad…).
- Golpeó violentamente (si un golpe no es violento, probablemente no sea un golpe sino una caricia).
- Nunca antes (por mucho que me la estudio siempre acaba apareciendo en mis historias. Si es «nunca» está claro que tampoco es «antes»).
- Subir arriba, bajar abajo… (¿hace falta que diga más?)
- Una sonrisa en el rostro (no va a ser en el… bueno, ya me entiendes).
No te voy a engañar: lo más complicado de las repeticiones y redundancias no es no cometerlas… es detectarlas. Para esto te recomiendo corregir textos de otras personas. Entrenar tu ojo corrector con relatos de otros escritores lo afila de forma muy eficaz, porque no son textos con los que tengas una conexión emocional ni en los que ya sabes lo que se va a decir, y eso te permite ver mejor los errores.

Una vez detectadas, tienes que decidir qué hacer con ellas. Para solucionar las repeticiones y redundancias tienes dos opciones:
- Buscar sinónimos: hay muchas herramientas a tu disposición para encontrar la palabra adecuada. Desde un diccionario físico a páginas de internet dedicadas a ello. A mí, una de las soluciones que más práctica me resulta es el propio tesauro de Word, que se encuentra en la pestaña de revisión. De esta forma no tengo que salir del documento que estoy escribiendo y no me arriesgo a perderme en las profundidades de internet cuando lo único que necesito es un sinónimo.
- Eliminar la repetición: te sorprendería la cantidad de veces que se puede eliminar la palabra y el contexto no sufre. Esto pasa siempre con las redundancias, y en una buena cantidad de repeticiones. Las tijeras son tus amigas. Utilízalas.
Y tú, ¿repites mucho las ideas? ¿Eres amante de la anáfora, la aliteración y la redundancia? ¿O simplemente eres de los despistados que plagan el texto de derivaciones de la misma palabra? ¿Eras consciente de que las repeticiones abundan en los textos y los escritores usamos la excusa del recurso literario para no sentir que estamos haciendo las cosas mal? Cuéntamelo en los comentarios.
Y esto es todo por hoy. Te deseo inspiración en tus historias, buena pluma para escribirlas y sabias tijeras para pulirlas. Hasta pronto, alma curiosa.
Créditos de imágenes
Pixabay

👌👏👏gracias
por compartir, me parece
muy informativos , además de certero.
Cómo me alegro, ¡muchas gracias!
¡Excelente artículo! Es cierto, desgraciadamente cuando terminamos los primeros borradores nuestros escritos están plagados de repeticiones y redundancias de las que ni siquiera somos conscientes. Menos mal que la corrección después nos ayuda a pulir los textos, y a veces, ni así logramos eliminar todo lo sobrante. Es complicado.
Un saludo!
Por eso es tan necesario un corrector. Un par de ojos externos ven mucho mejor que nosotros los fallos de nuestros textos.
Muchas gracias por comentar, Carmen, ¡me alegro de que te haya gustado!